
Miro la taza que yace
en la esquina sobre la madera.
Me rio del olvido,
de mi olvido.
De cómo una circunferencia líquida
la envuelve y me recuerda el olvido.
De cómo mi sueño siempre será sueño
y no le valen los somníferos.
Siempre se le olvidea todo,
menos un sueño, menos un ladrido.
Hasta la pobre cuchara
queda enterrada
Aún huele a somnífero
pero el sueño vence todo
incluso a la nostalgia,
incluso a la melancolía.
Dormir, después de todo,
es un sencillo, pero olvidadizo oficio.
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