miércoles, 6 de junio de 2007

Viajando sobre una lata


Viajar en microbús. Viajar sobre una lata.
Las coincidencias. La incomodidad.
El asiento reservado.
El joven muchacho que la está utilizando.
La viejacha que está parada.
El bip del Nextel. Los mochileros de la Colonial.
El chofer amargado. El cobrador que se despide sin conocerte.
La casa de la juventud y su discurso trillado.
El vendedor. Chicles, cigarrillos, caramelos.
Los amantes en los asientos.
Los tipos y las tipas orgullosos
de un carné que descuenta veinte céntimos.

El rasta, el metal, el regaeetonero.
Todos conviven en la lata.
El que trabaja y estudia.
El que se baja en San Marcos, Católica, San Martín, etc.

En la lata, todos caben.
Siempre hay un espacio para ti, al fondo.
(O al menos, te dan esa esperanza)

En la lata, por las mañanas y las noches, uno debe "colaborar",
bailar "pegao" con el del lado,
ser mono por unos minutos
al ritmo de la música que prefieran.

En la lata, a veces hay que ser quincerañera
para posar en la escalera.

Un viaje en lata, toda una experiencia.