jueves, 13 de marzo de 2014

Espacio común


Mientras entras
en mi puerta
te miro a los ojos
y siento cómo
poco a poco
llenas el espacio.

Tú no entenderás
la lágrima que ha seguido
porque ese espacio
en donde nos encontramos
no tiene ojos,
ni tiene lengua,
pero es mío.

Y lo recuerdo como ayer,
como cuando nos sorprendimos
y le abrí la boca a tu presencia
y tú me regalaste el éxtasis
de un rostro de sangre caliente.

Y lo recuerdo como ayer,
como cuando abriste seguros y ventanas
y te adentraste como nadie
en ese espacio inhóspito,
que aún siendo mío,
tú me enseñaste a conocer.







sábado, 8 de marzo de 2014

No te quedes conmigo


No te quedes conmigo
porque cuando me ves
me deseas
y quieres mis labios.

No vuelvas conmigo
porque te hago falta
y mes ves linda esta noche.

No te quedes conmigo
porque conoces mi amor.

No vuelvas conmigo
para ver cómo nos va.
y repetir la función.

No te quedes conmigo
porque soy buena
y porque te amo.

No vuelvas conmigo
para convencerte de
que tenías la razón
y dejar que el tiempo
haga lo suyo.

Vuelve conmigo
si puedes
enseñarme a hacerte feliz y
creer en los errores
de una simple aprendiz.

sábado, 1 de marzo de 2014

Los buenos de la película


Usualmente, cuando las personas terminamos una relación significativa para nosotros, nos servimos de la dicotomía bueno-malo. Comúnmente nos concebimos como las víctimas y los buenos de la película, muy al estilo de las comedias románticas.

Es común percibir así el mundo y comportarse de ese modo porque es automático y nos libera de las múltiples disonancias cognitivas que conllevan terminar una relación. Yo misma he caído numerosas veces en esta tentación.  Sin embargo, hacer esto no nos libera del dolor de la pérdida y, por el contrario, nos niega la posibilidad de recoger aprendizajes de una relación que, si bien no funcionó, fue valiosa y significativa en su momento.

Cesare Pavese escribió una de las citas que, desde mi punto de vista, resumen mejor la naturaleza de las relaciones de pareja: “El amor tiene la virtud de desnudar no a un amante frente a otro, sino a cada uno frente a sí mismo”. Enamorarse de alguien, así no sea la persona con la que te quedes, nos puede ayudar a conocernos profundamente. A asumir que no somos perfectos, como a veces los halagos y las valoraciones positivas de nuestros padres y amigos nos hacen sentir.

Enamorarnos nos hace enfrentarnos a lo peor y lo mejor de nosotros mismos. Pero asumir que no somos ni buenos ni malos y que, como los personajes literarios, estamos llenos de matices, es una tarea muy dura. Una tarea que a veces no logramos realizar mientras estamos enamorados y tratando de conservar una relación.

Antes de enamorarme por primera vez, me imaginaba la novia perfecta: comprensiva, atenta, madura, que sabría lidiar de manera razonable y amorosa los conflictos de pareja. Me imaginaba a mi novio como un chico tierno, pero un poco inmaduro y celoso. Lo único que tenía en la cabeza eran estereotipos.

Sin embargo, la vida que es sabia, me daría una cachetada y un balde de agua fría. Ninguno de mis presagios sobre cómo sería yo y mi futuro novio fueron precisos. Fui tierna y atenta como me imaginaba, pero también muchas veces fui egoísta y no supe escucharlo. Muchas veces tuve dificultad para lidiar de forma razonable y amorosa los conflictos que se suscitaban entre nosotros.

Él era más racional que yo, y fue tierno muchas veces, como otras fue un témpano de hielo. Era poco celoso, porque al contrario de lo que yo pensaba, mi ex novio era un chico muy defensor de su libertad y de su espacio individual. Totalmente lo contrario a lo que yo me había imaginado.

No obstante, cuando uno está dentro de una relación y siente que hay cosas que hacer para sentirse más satisfecho dentro de ella, optamos por demandar cambios en el otro. Nos culpamos mutuamente de varias cosas y yo tuve muchas quejas hacia lo que yo consideraba una forma fría y racional de relacionarse conmigo.

Hoy después de varios años juntos y varios meses de separación, me doy cuenta que no fui la buena de la película. Que tal cosa no existe. Que no era perfecta, que tenía que trabajar duro en mejorar. Pero también me doy cuenta que aunque hubiera hecho un esfuerzo importante, eso por sí mismo no me habría hecho sentir mejor en la relación. Necesitaba observar cambios también en él.


Las relaciones de pareja surgen de la dinámica que existe entre dos personas, y, por lo tanto, no hay culpables ni víctimas en cada historia de amor que termina, solo dos seres humanos con sus virtudes y defectos, que pueden decidir por dos caminos: la senda sencilla de creer que la relación acabó a causa de que nuestra antigua pareja no nos quería de verdad o que no nos hacía felices; o el camino duro y doloroso que implica tomar el ocaso de una relación como una oportunidad para enfrentarnos a nosotros mismos.