miércoles, 29 de agosto de 2007

*Inocente y desalmado*

"Cuando los hombres no son desechables como las envolturas de chocolate"
(C.Danielle)

"Lo que amamos, lo volvemos a perder"
(Fito Páez)

"He can make you love, he can make you cry"
(Bread)




Él nunca vio el reflejo castaño de mis cabellos, ni tampoco el lunar que vive en medio de mis pechos . Él siempre me miró sin mirar. Y decir "mirar" ya es mucho. Nunca me miró a los ojos, quizás porque no soportaba la presión de mi mirada llena de amor, sentimiento que yo no le inspiré jamás.

Me jode la existencia lo bonito que es. Bueno fuera que yo hubiera sido la única que al mirarlo le parecieran hermosos sus cabellos rizados, su delgadez, sus dientes separados y sus ojos chocolate. Pero no es así. Siempre gozó de una buena de legión de fans que se derretían(y por ahí seguramente otra más lo estará haciendo) con esa conjunción de elementos sobre su rostro que nos muestran a un cuasi ángel frente a nosotras. Parece que estamos frente al joven más dulce que hayamos visto jamás. Nos imaginamos, nos inventamos que es así solo por sus ojos, por lo delgado que es, con ese gesto bastante ambiguo que hace con la boca en el momento en que le presentas a una persona. A primera vista, es el ser más adorable del planeta, pero no lo es. Es un ser más bien, cómo decirlo, bastante "especial".

Antonio es tremendamente exigente hasta con él mismo. Ni siquiera se ha observado bien. Él cree tener los ojos negros, pero no es así (y lo dice alguien que lo ha observado por buen tiempo) . Siempre le encuentra algo de imperfecto a las mujeres que se cruzan en su vida. Nunca son exactamente lo que él quiere. I want a perfect body, a perfect soul.
"El físico" siempre ha sido importante para él, si no, lo más importante. Siempre fue así. Pero él sigue siendo un dulce muchacho. Para colmo es de esas personas que se hacen querer sin tener que hacer algún esfuerzo. Lo quieres solo porque sí, eso es lo que él inspira a la mayoría de personas. En eso radica su éxito: no tener que hacer nada para ganarse un espacio en el corazón de la gente.
Pero no exageremos, tampoco es tan hermoso. No, pues. A otras mujeres que he entrevistado para hacer este pequeño escrito, les parece poco masculino, demasiado fino. Y eso es verdad. A él no le valen los cabellos largos ni que sea espectador de algún concierto de death metal ni que se coloque la parafernalia para la ocasión porque él siempre tendrá cara de dulce muchacho. Y allí la perdición. La perdición de todas aquellas que vendrán y verán ese rostro tan jodidamente dulce e infantil.

Yo, que ya estoy curada de este tipo de hombres(o al menos quiero creer eso), entiendo esa primera impresión, ese "gancho" que tiene. Él es así y lo lamento por todas aquellas crédulas, que como yo, algún día lo querrán.
Yo sé del maleficio de la dulzura, pero sobre todo sé de lo perjudiciales que pueden ser los sueños de amor.
Porque, aunque muchos piensen y hasta prueben lo contrario, siempre llegará a nuestras vidas una persona que se le acerque, que aunque sea se le asemeje a ese sueño de amor que vive en nosotros.

Antonio apareció en mi vida como un sueño que se podía hacer realidad. Mis 14 años tan inocentes permitieron que colgara sobre su guitarra todas mis ilusiones, mis alegrías y mis lágrimas, Pero él nunca supo crear una melodía con todo aquello que le pertenecía sin saberlo. Yo, a pesar de los años y de los daños, no puedo decir que él sea una persona mala o desagradable, él solo es jodidamente adorable, jodidamente especial. Antonio es una persona a la que hay que tenerle toda la paciencia del mundo, esa paciencia que solo sabe nacer del amor.
Cuando yo lo amé me creía incomparable frente a las demás que pugnaban por su corazón, pues a mí me confiaba sus asuntos personales, a mí fue a la que acompañó en un vals, fue a mí que dijo "No te vayas" una noche gris, como todas las noches limeñas, a sus trece e inocentes años, cuando sus labios aún eran virginales.
Probablemente, él no recuerde este episodio. Pero él es así: con su mala memoria a largo plazo, con sus chistes estúpidamente graciosos, con su inocencia a pesar de su edad y su sexo, su pasión por la guitarra,
su cara de pocos amigos cuando vas a visitarlo en un mal momento, su pésima "hortografía", lo poco entusiasmado que es para algunas cosas, lo voluble y comodín que puede ser, a veces no sabe decir "hola" y solo hace una tonta expresión, de cómo aparenta que no le importan los asuntos más importantes de su vida , de cómo camina para un lado por lo delgado que es, de cómo es malagracia pero igual lo queremos por simplemente quererlo.
¡Cómo puede ser tan inocente y tan desalmado!

Hoy después de muchos años yo no le debo nada, pero él me debe mucho. No le debo y sin embargo pago los intereses de haber amado a alguien así solo por dejarme llevar por la imaginación, por los sueños. Por ese pantalón gris, ese corte escolar y su rostro infantil. "¡No me mires!" dijo él una tarde de abril en un salón de un colegio de un pueblito hecho tris, pero yo nunca le hice caso. Siempre lo miré de más. Yo simplemente te vi.
A mi parecer él me debe mucho pero nunca paga nada. Es una cuestión de conciencia, creo yo. Él no tiene la culpa de ser así. Ese encanto debe estar en sus genes y el ambiente ha contribuido a aumentar esas características tan suyas.
Él ha escrito en las páginas de mi vida con todos los colores imaginables, colgué tantos sueños, poemas, canciones sobre su guitarra y a mí no me quedó nada más que un corazón hecho trapo. Pero yo no lo culpo, porque él siempre será así: un alma de chocolate, dulce y amargo y los recuerdos no son como sus envolturas, de las que nos podemo deshacer fácilmente. Un recuerdo es una nostalgia, una nostalgia, algún cachivache en el ático de un corazón como el mío que está impregnado de moho, de un moho indispensable.

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