El amor se parece
más a la ironía
que a la justicia,
así lo aprendí aquel día.
El día en el que me enseñaste
sobre el arte del Kintsugi,
justo antes de lanzar
mi corazón
por tu ventanal.
Pero el Kintsugi
no es un arte que se aprenda
de la mano de un único affair.
Víctimas y victimarios por igual,
con el tiempo,
nos hacemos expertos
en romper otros corazones
y recoger los nuestros.
El procedimiento
siempre es el mismo:
limpiar la superficie de trabajo,
y asegurarse de que el pegamento
con el que unimos las piezas
no se quede entre nuestras manos.
El amor solo es
cuando es correspondido.
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